Cada vez más, las organizaciones buscan para incorporar a sus plantillas, personas que sepan gestionar sus emociones adecuadamente. Por eso, es habitual que en las entrevistas de selección se analicen las competencias emocionales de las personas entrevistadas. El funcionamiento óptimo de las empresas depende en gran medida de la incorporación de personas emocionalmente inteligentes.
La capacidad de automotivarse, de perseverar en un empeño a pesar de las frustraciones, de controlar los impulsos, regular los estados de ánimo, empatizar con los demás, entre otras, pueden ser competencias mucho más determinantes para tener un buen desempeño laboral que un excelente historial académico. Es decir, un cociente intelectual situado por encima de la media no garantiza el éxito laboral.
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